Walberto Campos

Poema "Amityville" (Noches Gemelas)

Inicio
Logros
Publicaciones de Walberto Campos
Antologías
Poesía Político-Social de Walberto Campos
Sonetos
Poesía Romántica
Amityville (Noches Gemelas)
Enlaces favoritos
Fotos de Walberto Campos
Para contactos

AMITYVILLE

(NOCHES GEMELAS)

 

¡Ha amanecido…! (Eso se supone)…

me he levantado.

Algo extraño ocurre,

lo veo desde mi ventana:

Está llorando la mañana;

está oscuro el panorama;

(parecieran noches gemelas)…

¡Termina una y nace otra!

 

El sol ha lanzado un inmenso bostezo,

¡como si muriera de desidia!

(duerme aún,

la mañana le rechaza)

¡Las estrellas también duermen!

El sol se ha peleado con la luna quizá.

Mis manos enlazadas;

imaginación postergada, silencio a mi alrededor;

un suspiro de joven enamorado va por el aire

y una paloma aletea como recibiéndole.

 

¡Mi mente augura un eterno día!

Digo, una eternal noche… ¡Muy solo!

Una canción desesperada me mata,

(es solo un recuerdo pasajero, nimio recuerdo

de amores pasados).

 

¡Manos ajenas abrieron una puerta!

Sigo mirando por la ventana,

manos cruzadas todavía,

frente erguida…frente agachada,

ojos mirando el techo, el piso,

pasos lentos, como de viejo arrepentido.

Camino muy sigiloso

hasta lograr salir;

las nubes han pactado con el alborear

porque aún tapan el sol;

¡Ahora sí!, creo que hay noches continuas.

El eterno tic-tac del reloj me fastidia

y un constante goteo de lluvia por el tejado

demuestra una vez más que la mañana está llorando.

 

He visto cruzar una mujer, al otro lado, en la otra cuadra,

¡No es una mujer!; creo que es un fantasma

de la noche,

quiere burlarse de mí… porque estoy solo.

¡Ay!, Corazón que palpitas como si fueras a salirte,

ya no tengo las manos cruzadas,

ahora observo los caminos de mis palmas…

parece que todo es impredecible,

¡No puedo interpretarlo!

 

Camino un poco más, abandono mi patio

como abandonar el culmen de un otero,

veo todavía la imagen blanca de la mujer…

¿Qué ha pasado?

¡Se disipó entre la neblina!

No hay ni un alma más que la mía en la calle;

y con ahínco formulo poemas de desamor;

mi mente delirante esta vez,

mis ojos llorosos,

mi cara sonrojada y seca

¡¡Por el frío o por enojo!!

Creo que debo contonearme

para matar este frío un poco.

¿Qué poesía llegará cuando regrese a casa?

Ya no veo a la mujer, se perdió de verdad,

¡Ella era de humo!, de niebla, era falsa.

Llueve, cae nieve, chocan los carros,

al menos lo barrunto,

pues escucho rechinar las ruedas

y golpes fuertes

al otro lado de esta calle que transito,

pero no hay otra alma caminando.

¡Solamente yo…!

El hambre ya me tocó, mas me burlo de la sed

y el frío tiembla de risa burlándose de mí

y yo tiemblo por el ignífugo frío;

¡Cuánta falta me hace el calor de una célibe!

El pliegue de mi pantalón ya no se nota,

se disipó como la mujer que vi…

(por ella me pasa todo esto);

pero no por ello seré un misógino…

¡No!, yo odio la misoginia… ¡odio la misoginia!

Aunque ella se pasó de laucha…

¡Así la quise!

¡Así la recuerdo!

¡Así…!

 

Entre uno que otro gap… respiro,

entre uno que otro gap…parpadeo;

la misma paloma vuelve a pasar por el aire

mientras lanzo más suspiros:

¡Si fueras mensajera paloma,

paloma si mensajera fueras,

si fueras paloma mensajera,

si paloma mensajera fueras,

si mensajera fueras paloma,,

paloma si fueras mensajera…!

Te dijera lo que quiero manifestarle…

pero mi estilo infecundo , infecundo estilo,

no me permite ordenar lo que da vueltas en mi mente.

Ya tengo hastío, hastío de este mundo…

¡No!, quizás solo de esta calle que transito,

Quiero estío, no quiero hastío,

no quiero hastío, es mejor el estío que el frío…

 

Siento que se ha mojado mi espinazo por dentro,

mi boca como cercada, mi mente de par en par,

¡No quiero seguir!

He perdido la bitácora donde guardo mi cerebro

y el nao de mis sentidos naufraga

entre un mar de asfalto,

entre charcos, un mar de todo…

Continúo caminando con el mismo designio:

(¡Ninguno, ignoto designio!).

Entre risas y llanto

escondo el sufrimiento en mi alma de payaso;

¡la escarcha es hija de la lluvia todavía!

Y aún quedará cuando este día mojado acabe.

 

¡¿Qué poema vendrá ahora?!

¡La mañana sigue llorando!

¡La mañana no es mañanita!

¡Es otra noche…!

¡Qué raro este momento!

¡Parece que mi suerte se quedó dormida

en mis pisadas sobre el lodo!

(Noches gemelas, seguidas,

noches bivalentes).

Los bucles de mi cabeza…

¿Qué?, ¡Si no tengo!

(Está mojado todo mi pelo).

La silueta de mi cuerpo no se distingue,

se confunde entre la niebla

como el fantasma de mujer,

como la mujer fantasma,

como la mujer de niebla,

como la falsa mujer.

 

¡Zahúrda me espera, en Zahúrda estoy!,

¡en pocilga estoy y pocilga me espera!

¡Ni un alma más que la mía!

¡Estoy ahíto de este mundo ambiguo!

El alhelí luce triste como yo,

sus flores están cayendo,

pero nunca cae el alborear… sigue oscuro,

la bruma sigue… sigue la bruma… ¡sigue!

 

Al final de la esquina diviso algo:

parece un dogo negro que aprovecha la oscuridad

para buscar a su presa…

Y yo ahora tiemblo,

¡pero de miedo!

Y me vuelvo energúmeno,

y me llena de furia todo esto,

me mata el recuerdo,

me mata el ambiente, el clima,

me mata todo, poco a poco;

solo me mantiene vivo la esperanza

de ver días reales;

y espero que cuando lleguen, sean días gemelos,

como esta noche ingrata, que no ha dado cabida al sol.

 

El miedo se propaga en mi cuerpo,

en cada órgano, en todo mi ser,

mientras este clima hace prosopopeya de mi desgracia.

Quizá sea un hipócrita conmigo mismo,

pero ahora sí, me he acordado de Dios…

He levantado mi vista al cielo

y le he pedido a Él que me salve,

¡Que me cuide de todo!

Mientras sigo caminando sigiloso

por esta avenida de amarguras,

cobijada por oscuras nubes,

cubierta de envidias y egoísmos,

de tristezas y noches raras,

de misterios,

de momentos malévolos

y malas vibraciones.

Mi boca tiembla,

Ya no es de miedo,

¡Pues hasta me he vuelto impertérrito!

Ahora tiembla todo mi cuerpo,

y no puedo expresar nada de ninguna manera,

parece un vituperio a mis sentidos,

calle que vitupera mi mente,

mente que vitupera mi boca,

boca que no sabrá más tarde qué decir,

tal vez ni siquiera lo más conciso;

¡siento que pierdo hasta mi impavidez!

Mi cuerpo vislumbra entre estos días nebulosos,

¡Qué, digo!, ¡Noches gemelas!

 

¡Ah!, pero ahora acuden ideas a mi mente

en una forma muy rauda,

y esto me enferma más,

¡creo que necesitaré una dosis de panacea!

Y siguen llegando ideas vagas…

¡Ojalá sea el poema que esperaba!

Porque si no, al llegar a casa

caeré en cama frustrado,

triste por no conseguir nada,

ni siquiera una estrofa triste,

ni siquiera nada,

ni siquiera un poema a esta misteriosa ciudad,

o a la mujer que vi entre la niebla,

mujer de brumas,

mujer falsa,

mujer de niebla….

Nuevamente le pido a Dios,

esta vez llegar a mi casa,

no quiero caer en tugurio de nuevo,

pues ya estoy abandonando esta zahúrda;

¡En verdad! Espero no dormir en duna

el resto de estas noches  gemelas.

¡Ahora sí!, ha llegado algo a mi mente,

que deberé escribir al llegar a casa,

¡Ojalá me salga un poema en vez de una elegía!

causa de estas vicisitudes,

de estos ominosos parajes y momentos…

(Yo, que no quiero un poema tan esotérico,

preferiría una poesía bucólica)

 

¡Prefiero caminar que dormir!

Porque no quiero que se duerman estas ideas,

o que mi mente duerma,

porque puede ser

que las ideas se encaminen a otra parte,

¡¡No!!, mejor empiezo a darle forma a todo esto

que atraviesa mi pensamiento de manera poco sucinta.

Y esto es lo que viene,

y esto será quizá el poema…

Ya he caminado mucho,

no he vuelto mirar a la mujer,

ni a aquel dogo negro,

dogo de niebla también…

¡Sudando estoy, aunque hace frío!

ya mis pasos van con más premura,

para llegar a casa y escribir.

Voy atravesando la calle,

me paro en la mediatriz,

no diviso nada,

solo escucho el ruido de ¡No se qué!

Se escucha como cuando se aproxima

una fuerte tormenta,

¡Ojala mis sentidos no me engañen!

Como me han engañado estos días,

¡digo! Estas noches gemelas….

que solo han logrado zaherirme;

¡Ruido infinito!

Melancólico ruido.

Ya he llegado a casa,

¡Y sí…! viene la lluvia, ¡y fuerte!

Abro la puerta sigilosamente,

¡Ahora más negro…!

Prendo la luz

y escribo súbitamente

lo que sería el titulo del poema que esperaba,

y luego le daría forma

a todas las ideas que llegaron

durante estas noches gemelas.

Y escribí así:

Recuerdos, Nostalgia Y Soledad

parece que llueve afuera;

se escuchan ruidos que pienso poder identificar:

como si fueran miles de ventiladores

trabajando al unísono,

o quizá molinos de viento imaginarios.

Pero en el tejado, se escuchan golpecitos;

¿Qué será?; tal vez la lluvia,

o el gato que camina huyendo de la tormenta

como yo ahora huyo de tu recuerdo.

 

Y la luz de los relámpagos

se mete por las rendijas de las puertas

tal como tú te metiste por ese espacio

que abrí para ti en mi corazón;

y ¿cómo no extrañarte?,

si ahora no estás para refugiarte en mis brazos

porque los rayos te asustaban y te daban miedo;

ahora sólo me queda apretar mi almohada        

imaginando que eres tú.

 

Y entro al baño, y ¿cómo olvidarte así?

Ahí está tu perfume todavía

y una foto que olvidaste en un sofá,

un ramo de flores sigue en la mesa de la sala

y aquel vestido que te compré para tu cumpleaños

lo dejaste también,

y aún tiene impregnado tu aroma de mujer.

 

A veces pienso así:

creo que quizá mis sentidos

se han vuelto alérgicos a la soledad

por eso escucho aquellos ruidos

que escuchaba cuando apoyabas tu cabeza en mi pecho;

ahí, quietecita te dormías y amanecías

descansando a mi lado.

 

¡Qué nostalgia y soledad tan malditas!

parecen en mis oídos un sonido incesante de guitarra

que a la media noche me despierta cuando

intento quedarme dormido.

 

Y lo que más me mata, es que sea aquí,

en esta ciudad de misterios, de dolor.

Creo que lo mejor será huir de tu amor,

e irme lejos donde

un saludo de palmeras impulsado por la brisa

pueda arrancarte de mi pensamiento,

y matar esa imagen tuya que me hechiza

a llevarte siempre dentro de mi pecho.

 

O tal vez, un ruido que no sea de ventiladores

ni de molinos de viento,

hagan volar a mi pensamiento

para un rincón donde no me acuerde de ti.

¡O quién sabe, si el fastidioso gemir

de un romance de gatos!

en otro tejado que no sea el de esta casa,

se repelen con tu recuerdo

y me haga odiarte

por el resto de mi vida.