Tus incógnitas
Me preguntas
por qué se oculta la luna:
es porque le teme a tu presencia,
porque ella sabe que como tu belleza
no habrá jamás ninguna.
Dices
por qué el viento acaricia mi piel:
es porque siente envidia al saber
que soy yo tu único querer
y quien se mira en tus ojitos de miel.
Murmuras
por qué el sol calienta mi ser:
es porque me tiene tanto rencor
al saber que sólo es mi calor
el que por siempre vas a tener.
Tienes curiosidad
por qué el cielo se viste de gris:
es porque mi cielo eres tú,
porque también eres mi luz,
¡por eso luce tan infeliz!
¿Un ser abstracto?
… Y es que tú estás en mis sueños;
pero no entiendo,
¡o tal vez es una locura!
a lo mejor no estás en ellos
y solo yo me imagino
que eres tú.
¡Qué energúmeno soy!..
Pero, es que entre espejos,
y silbidos del viento
en esta habitación oscura
siempre, entre pretextos quiero
beber de tu fresco aliento
y llegar a tu inexpugnable corazón
sin ninguna vicisitud,
sin ningún ominoso acontecimiento.
¡Realmente, no sé!,
no puedo entender esas escenas
que llegan a mi mente cuando duermo;
y lo malo es que creo que eres tú,
¡y mira, lo estoy afirmando
en las frases anteriores que escribí!;
y es que eres como un ser abstracto
que aunque a veces de meditar trato,
está en contra mía tu aquiescencia.
¿Un ser abstracto?, ¡no puede ser!,
o quizá sea, pero lo que afuera suena
es a lo que mi mente avasalla:
¡un ruido fastidioso y terco!,
a lo mejor es un murmullo de la multitud
que en mis tontos sueños veo
y que entre todos ellos
confundida entre esa trémula muralla
¡estoy seguro que estás tú,
disonante en mi paciencia!
Un pase para entrar a tu recámara
Regálame un pase para entrar a tu recámara,
¡no!, más bien no me lo regales, ¡véndemelo!,
no, mejor no me lo vendas, ¡hagamos un cambio!,
yo te regalo una noche de amor en tu cama
y mil sellos de mis besos en tu cuerpo
con garantía de cien años.
Regálame una firma que me autorice
para abrir la puerta de tu cuarto
para ver todo lo que hay detrás
de esa ropa sensual que vistes;
y así terminar con este sentimiento extraño
que siento, que me sube en forma de zigzag
cuando muy cerca de mí estás,
cuando de tentación mi cuerpo se reviste.
Hagamos ese romántico trato;
tú me das ese pase que tanto anhelo
para a tu recámara poder entrar,
yo te doy un boleto abstracto
para que emprendas un vuelo,
para que viajes en mis sueños
y puedas convencerte de que en ellos
tu seductor cuerpo siempre está.
A cambio de un pase a tu recámara
te doy mil candentes abrazos
y doce horas de aventuras al desnudo.
¡Eso, sí, ya te dije, será en tu cama!;
¡son mis reglas!: están prohibidos los rechazos,
valen los largos instantes mudos
¡y está permitido reponer las ganas!
La noche
Testigo indiscutible de traiciones amorosas,
espectadora de ardientes pasiones,
también de románticas aventuras.
Espejo negro por el cual tantas cosas,
como la desnudez, llanto e ilusiones,
se reflejan como una imagen oscura.
Íntimo y solitario rincón,
que ha visto como dos almas
hacen un incesante derroche del amor.
También ha visto caer,
lágrimas a causa de decepción,
de tristes y de duras palabras;
ha visto a millones de enamorados romper
con frases filosas como espadas.
Momento mágico de infinitos romances,
adversario de la claridad;
¡a lo mejor hasta de la luz de la luna!;
canción compuesta de silencio,
o de frases de amor que quizá,
¡sin dudarlo son frases mudas!
Escondite propicio de dos cuerpos desnudos,
que se entregan uno al otro sin condiciones,
sin límites ni vergüenza;
instante que se torna ciertamente oportuno
para aquellas románticas emociones
de dos almas gemelas.
Memorias de Nueva York
Desde la ventana de mi cuarto,
pude tantas veces ver la nieve caer;
también vi desfilar en el espacio,
¡una infinidad de nubes negras!;
al mismo tiempo sólo pensaba en ti,
por lo que decidí arreglar,
con mis pensamientos un poema.
La calle estaba tan blanca,
había caído mucha nieve;
¡y yo puedo comparar mi alma con ese color!;
pues te di toda mi vida sin falsedad;
mientras que puedo decir entre susurros,
que tu vida es del color de esas nubes negras;
¡ah!, pero tu vida no derrama esa blanca nieve,
¡al contrario!, ¡derrama hipocresía y maldad!,
¡derrama frases duras que sólo me hieren!
Decidí muchas veces por la calle caminar,
no me importaba si la nieve tan espesa caía.
¡Por tratar de encontrarte!,
llegué a tal grado, que ahora puedo llamarlo estupidez;
pero es que prefería que mi cuerpo
estuviera cubierto con un vestido de nieve,
tal vez así borraría de él
los golpes de la vida,
¡sí!, a lo mejor la nieve podría,
borrar de mi cuerpo los tatuajes de tus besos.
Mientras se oscurecía el cielo,
a mi mente llegaban solo recuerdos
¡unos malos, otros buenos!;
trataba de descifrarlos, los escribía en un trozo de papel;
¡siempre!, el tema principal era tu amor.
Así pasaron los días, ya estaba yo sin anhelos,
¡ya era un cero al lado izquierdo!;
¡ah!, pero ahora todo cambió;
hoy ya puedo decir que lo nuestro
solo son memorias de Nueva York.
Ella no se fue (un tesoro que me robaron)
Como un tesoro que escapa de mis manos,
así desapareció de mi vida un día.
¡Era para mí una joya!,
era para mí lo más preciado
que pude tener a mi lado
y que en mi corazón vivía.
Pero, ¡ella no se fue!;
es que puedo asegurar, ¡me la robaron!
Aquel dichoso ladrón era "mi amigo";
bueno, ¡aunque con dudas lo digo!;
un día sé que se marcharon
sin importarle a ella mi dolor,
sin decirme adiós se alejaron.
Él se robó la mitad de mí.
Todo mi valor, mi proeza y mi fuerza
se han ido tan bajo como el suelo;
y creció en mí sólo terquedad y torpeza,
con la ilusión de volver a ser feliz,
pensando algún día encontrármela en el cielo.
Pero, ¡si para mí ya no hay cielo!,
¡si mi cielo era ella, y hoy se ha ido!
¿Cómo es posible que yo piense así,
después, después de que la perdí?;
cuando sé que esa paloma no volverá a su nido,
¿por qué sigo aún con ese anhelo?
Quizá si para mí no hay cielo,
tal vez haya aunque sea un rincón,
donde pueda verla otra vez;
y decirle que sin ella muero;
y a aquel amigo ladrón,
decirle que no es de tres,
que no es de tres un amor verdadero.
Y, si tampoco existe ese rincón,
aunque sea un pedazo de tierra habrá
¡donde al menos pueda caer!;
y ahí tener una pluma y un papel,
para escribir: "ELLA NO SE FUE",
¡me la robó el bandido aquel!
Una llamada telefónica
Todas las noches, a las siete o a las once,
suena el teléfono;
es la chica que aún piensa en mí;
una voz tierna pregunta entonces
si yo estoy bien, o no;
si fui al trabajo, o si salí.
Ya es mi costumbre esperar su llamada;
luego, le pregunto yo
si todavía me extraña, si me adora;
por un instante, se queda callada;
después, me dice que nunca sintió
lo que siente por mí ahora.
Su linda voz me hace sentir tan feliz,
que creo que ya no puedo
esperar más tiempo para verla;
quiero que esté juntito a mí;
y de verdad, ¡ya no quiero!,
amarla tanto y no tenerla.
Pero, a veces, me decepciono y pienso
que nada podremos realizar,
con esta ilusión electrónica;
porque, aunque haya un amor intenso,
lo de ella y yo, ¡puedo jurar!,
que es cada noche, ¡no miento!,
¡solo una llamada telefónica!
Gotas de lluvia y tremolina
Llueve a gruesas gotas
sobre la espalda mía…
y a lo lejos, se ve una tremolina
que paulatinamente derrota
mi voluntad que se ha vuelto loca
y que por tus besos yace vencida.
La tremolina de tus encantos…
que cuando la lluvia cae
me mata de nostalgia;
entonces es que mi intenso llanto
se confunde entre gotas y lágrimas
mientras que tu recuerdo a mi mente invade.
… Y sigue lloviendo sobre mi espalda
que ya está empapada de agua fría,
¡tan fría como tus deseos de amar!;
y en los árboles los pajarillos algo cantan,
¡mas creo que es una burla o una trapacería
que junto al polvo que con las gotas se levanta
me persiguen en mi intrépido caminar.